Rodeado de algunos de los elementos artísticos más relevantes de la arquitectura
internacional moderna, el Palacio de Congresos de Zaragoza es, en sí mismo, un
lugar espectacular y majestuoso. El alma del Ebro, la escultura que durante la etapa
Expo fue protagonista de algunas de la mejores fotografías del recinto, continúa
respaldando la entrada del edificio.
Se trata, sin duda, de un espacio que va más allá de su importancia arquitectónica.
Su valor radica, sobre todo, en su funcionalidad y la versatilidad que ofrece este
edificio singular.
Es el marco idóneo en el que celebrar actos de carácter público, privado, cultural o
científco, entre otros muchos. El atractivo que ofrece este emblemático y moderno
centro de congresos es, además, la cercanía a la ciudad y a sus ciudadanos.
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